Adultocentrismo y patriarcado (Por Judith Sánchez Hernández)




“El adultocentrismo es un concepto referido a la supremacía social de las personas que se

encuentran dentro de la etapa adulta, por lo que son quienes poseen el control y el poder

político, económico y social. A su vez son considerados como el grupo de referencia y los que

se encuentran en la cumbre de la jerarquía social”.

¿No creen haber visto esta definición en alguna otra palabra? Cambiamos únicamente el

término “etapa adulta” por “género masculino” y nos encontramos con la perfecta descripción

de patriarcado.

El adultocentrismo y el patriarcado no parecen tener relación, parecen dos conceptos

totalmente alejados, pero si analizamos con profundidad, vemos que nos encontramos ante

dos estructuras jerárquicas, una basada en generaciones (a cuanto mayor edad, más estatus y

poder. Eso sí, a partir de los 65 años o incluso un poco antes, tu estatus irá bajando según

cumplas años) y otra, basada en género.

Estos conceptos se interrelacionan continuamente. El adultocentrismo constituye una

extensión del dominio patriarcal, es decir, el sistema patriarcal es la base, el cual se divide a

su vez, (en este caso) por generaciones. En otras palabras, es más fácil que te tomen en cuenta

a cuanto mayor edad tengas, pero si nos encontramos ante dos personas de la misma edad,

una de género femenino y otra de género masculino, probablemente se tome más en cuenta al

hombre por el hecho de serlo.

Al unirse estos dos conceptos, se les quita voz a mujeres jóvenes que luchan por sus derechos

con la excusa de “es que eres demasiado joven para entender” o “que vas a saber tú si no

viviste lo que vivió tu abuela”, entonces, en este punto, ¿estamos hablando de

adultocentrismo o estamos usándolo para enmascarar nuestra misoginia y quitar voz y voto a

estas mujeres?

El adultocentrismo lo hemos pasado tan por alto y ha estado tan invisibilizado que muchas

veces no sabemos si quiera detectarlo. ¿Cuántas veces habremos escuchado un “aquí mando

yo porque soy tu...” , “cuando seas grande podrás opinar” o “haz lo que te digo y punto”? En

muchas ocasiones, es tan imperceptible y lo tenemos tan interiorizado, que lo llevamos a cabo

con personas menores a nosotras, para seguir con la lucha de poderes y egos que nos ha

inculcado nuestra maravillosa sociedad.

El gran impacto de esto, es la llamada “generación de cristal” y/o “generación copo de nieve”

(conceptos que ha creado el adultocentrismo por las nuevas generaciones hablar de lo que

pasa en la sociedad y lo que les pasa). Personas inseguras, con carencias socio afectivas, las

cuales no les han permitido expresarse, son víctimas del propio concepto y cuando por fin

deciden hablar y ponerle voz a sus sentimientos y necesidades, vuelve esa figura a decirle

“uy, es que eres demasiado susceptible”, “¿qué problemas vas a tener tú con todas las

facilidades que existen hoy en día?”, quitándole todo el valor de lo que sienten e ignorando

completamente lo que puede conllevar el minimizar los problemas de alguien que lo único

que sabes acerca de ella, es su edad.

Y ya no es solo lo que se dice desde el adultocentrismo, es que el adultocentrismo consigo, ha

creado expectativas muy altas de lo que significa ser adulto o adulta. Ser adulto o adulta

significa tener una estabilidad económica, tener el trabajo de tus sueños, triunfar en todos los

ámbitos de la vida, convirtiéndose en un modelo que todo y toda joven debe y tiene que

aspirar. Cuando estos y estas jóvenes se van acercando a esta etapa o llegan, la frustración y

el miedo se hacen presentes al ver lo complicado que es llegar a esas expectativas y lo poco

reales que son. Al crecer, vemos que nuestros referentes no son esos adultos o adultas

perfectos y perfectas que siempre habíamos creído y que siempre hemos idealizado, son

personas que cometen errores y con mil problemas encima que tampoco cumplen con esas

expectativas.

Cuando dejemos la lucha de egos y poderes, tengamos presente la empatía y el respeto, tal

vez así, podremos lograr cambios y vivir en un mundo un poco menos hostil.

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